martes, 17 de marzo de 2009

¿Y después del Colina, qué? La otra herencia de la generación post-fujimontesinista

"Eso vende"
Gabriela Wiener


Ha dado algo que hablar la reciente publicación de Sexografías (Ed. Planeta, 2008), libro de crónicas de Gabriela Wiener, peruana residente en España. El inefable Beto Ortiz le dedicó un reportaje en su programa; Edmundo Paz Soldán llamó las crónicas "inteligentes, lúcidas y divertidas"; y, lo más sorprendente, Alonso Cueto escribió, demostrando que el papel aguanta todo, en su columna en Perú21, la zalamería de que las sexografías fueron escritas con "gracia y pasión".

Bruno Tolentino, poeta brasilero fallecido en 2006, decía que hay que saber diferenciar bien entre el showbiz o el espectáculo, y la cultura o la alta cultura. "Sólo no es posible que esos señores usurpen la posición del intelectual", decía Tolentino. Si ubicamos a Gabriela Wiener en el primer grupo, el del espectáculo farandulero, es normal, entonces, que tenga espacio en programas como el de Beto Ortiz, eminentemente dedicados a espectáculos, a la farándula, a desmenuzar las idas y vueltas de Chollywood. En ese circo, garantiza su vacante la folclórica Gabriela Wiener, cuyo mayor mérito es haber dado la cara, a diferencia de los "cronistas" y "literatos" de la Kaira, El Mame o El Chuculún, publicaciones muy anteriores a las sexografías y con idéntica "gracia y pasión". Pero si, en la orilla opuesta, Gabriela Wiener perteneciera al grupo de los que promueven o hacen cultura, podríamos decir que los jóvenes y adolescentes de los cuatro cantos del Perú consumen cultura a montones, con avidez. Tan avanzado grado de cultura hubiésemos alcanzado que bastaría ir al quisco más cercano para leer, si no el Ulises de Joyce, al menos las sexografías y sus congéneres.

Habrá quien ponga a Gabriela Wiener entre las réplicas del imperio del nihilismo postmoderno (junto, por ejemplo, a esa camarilla de Etiqueta Negra). Tal vez, la salvaría de la absoluta mediocridad el liberalismo sincero, esto es, el liberalismo político. Sin embargo, nada tiene que ver con el liberalismo, vg, de don Benedetto Croce, Adam Smith, Julio Cortázar, Noam Chomsky o hasta el impredecible Mario Vargas Llosa. Visto en perspectiva, más bien, el liberalismo de la sexógrafa resulta una especie de conservadurismo esquizofrénico, un desagradable espectáculo de vulgaridad e irremediable falta de cualquier talento para la literatura (valga comentar que la gacetillera también escribe poesías que jamás le hubiesen merecido un encomiástico artículo de Alonso Cueto). Con tanto aspaviento, intenta justificar sus particularísimas perversiones frente a una moral de la que todavía se siente presa.

No será por acaso que G. Wiener pertenece a una generación posterior a una dictadura. La patraña fujimontesinista humilló cobardemente a un país, a sus intelectuales, levantó la autonomía universitaria y proscribió la libertad de pensar. Esta herencia ciertamente es más sutil que los asesinatos del Grupo Colina. Después de zurrarse en la constitución, vino el sometimiento, la genuflexión moral de un país. Quedó el miedo, la paranoia enmascarada
en un anticomunismo bizantino y demasiado afectado. Sólo así se hace comprensible una generación pusilánime, mediocre, enferma como solamente pueden ser las generaciones pautadas por el miedo. Las sexografías, nacidas del cansancio y del sadismo, sólo tienen lugar en un medio cultural caricatural, que intenta recomponerse y buscar alguna identidad que todavía no tiene.

Seamos sinceros: esta literatura de subnormales para subnormales habrá que debitarla, mucho más que a los fautores del postmodernismo tan en boga, a las cuentas de Fujimori, Montesinos o Bari Hermoza Ríos.

José Vargas Bazán.
Rio de Janeiro, marzo de 2009.

lunes, 9 de marzo de 2009

El dichoso títere

Te dejaré, una vez más,
sola;
o tú a mí.
Pero antes, colocaré sobre tu cuerpo de color avena,
un beso para la próxima siembra.

Porque a veces la soledad acompaña completamente,
porque a veces el alma no permite cuerpos exóticos.

Después de apuros constantes y manipulados,
de trabajos intensos y propósitos forzados,
seguro llegaremos a disfrutar la luz del alba en nuestros pies,
las sábanas nos cubrirán el resto,
las cortinas sumarán al escenario, algo más de fuego oscuro,
habrá más placer donde no se puede ver, te lo aseguro.

Porque hay sábanas estrechas y devociones amplias,
porque hay personas que comparten muchas noches
y otras que prefieren acaparar las mañanas.

Definiré la variedad de tu belleza sin palabras,
quizás con una mirada te dé las razones exactas;
pero depende de tus manos la dirección de mi cabeza,
el guión de mi perdición.

Pero, no lo sé, no sueltes palabras...

Y sin embargo, cuando nos anudemos demasiado,
irremediablemente calcinaré las cuerdas vanas...

Gobiérname bien, haz que tus hilos sean incalculables.

Te dejaré miles de pretextos en una cajita oscilante,
es tan simple abrirla,
es límpida, respirable.
Pero, a veces soy incapaz,
muchas otras, estúpido e inoportuno;
pero te amo en una dimensión constante
de la cual no tengo dominio ninguno.

Eres un refugio del que no se duda,
eres, sin interrogantes, un espacio sagrado,
eres una mujer a la mitad con las cuerdas sobre uno.

Lima, 12 de marzo de 2009

Oscar E. Donayre Gonzales