sábado, 26 de marzo de 2011

Pacto y opúsculo

No es doloroso ser desconocido. Nadie lo es completamente. Creo que ser ignorado tampoco. Deberé manifestarle la excepción al lector que me reveló esa axioma personal. Mas sé que podrá descifrarse. Sería injusto obviar los méritos apócrifos de un hombre que incluso vivo ha sido ya olvidado. No menos severo que saludable seria mencionar a los culpables; pero basta la palabra "sociedad" para imaginar un error principal y en este caso, señalarlo. Los años no me dieron rigor sino el decurso después de alejarme de otros. (Usaré estos paréntesis para aproximarme al lector. Con respecto a los años, sepan que, preguntárselos a otra persona es una estupidez.) Con seguridad y convicción manifiesto que la sociedad ha perdido la habilidad o mejor dicho, la capacidad para reconocer a individualidades ejemplares. También la capacidad de generarlas. Las artes han dado tal libertad que las esclaviza el universo oscuro. Existe un temor hacia el intelecto, un repudio. El vulgo acepta y celebra ejemplares sencillos -por no decir mediocres-, superficiales; busca sujetos "de éxito" (hombres que pueden resumirse en una línea no lo son.) Incapaces de elaborar una identidad -porque descubrirla es imposible- pretenden imitar a aquellos que están groseramente equivocados. (Sé que me excedí, lector, llamarle pretensión es exagerado e indulgente. Me corregiré. El tropel simplemente no se opone a lo imbécil.) Sonríen, plenariamente, por su caracterología innecesaria. Son abominablemente homogeneos. Veo que el éxito actual requiere de cualidades inhumanas o mejor dicho, animales. ¿Es acaso la estupidez un accidente? Tengo para mí que es lo contrario. Igual de falso que el arte contemporáneo es el seudónimo. Sin embargo, en el seudónimo hay rectitud. El falso nombre es estricto. Quizá el vulgo merezca solo seudónimos sería una ayuda y a la vez un castigo. La posibilidad de atribuirnos otro nombre es maravillosa. Reconozco que sería pertinente crear una mentira. Debo manifestar que no soy sensible; pero mantenerme atento resulta similar. El gris ocupa el mundo. Algunos quedamos para recuperarlo. Otras eras me comprenden, eras de aves y soles; mi anacronismo me hace invisible en estos años. Mi paciencia y dedicación se confunden con lentitud; mi cautela y consideración, por cobardía; mis opiniones o ideas, con aburrimiento. Suelo mencionar que solo los estúpidos se aburren; mas olvido que los estúpidos también son sordos. Sería apropiado desesperanzarme. En reino de bufones, los reyes pierden sentencias. Es difícil encontrar a personas con dignidad, y más, con dignidad de orden intelectual o espiritual. (Lector, tan único, semejante y solitario, comprende la estrategia del seudónimo ¿verdad?) El nombre que me dieron mis padres no es suficiente. Necesito nuevas letras para una justicia perdida. Somos resultado hasta de lo que creemos que resta. Patéticamente, soy agradecido. Desprecio o concordia es uno; mas la indiferencia no ayuda. Solo considero a alguien cuando sé que intenta dirigirse. Hijo de un padre modelo; hombre, sin embargo, entregado a los excesos. Dedujo salvación a través de la poesía. Fue conocido como el "memorioso judeo-español" durante el siglo XV en Andalucía. David Sefardí, llamado también Mehir Sefardí, escribió los siguientes versos:
Te odio mujer. Agradezco

tus miserables engaños.

Una identidad merezco,

de tus labios, de los años.


Hallo cautivador su agradecimiento. No menos agradable ha sido el hecho de que ninguno de sus poemas hable de la obligación de ser católico o del cambio obligatorio de nombre, es decir, de su época. Sabemos que aquel poeta supo de su origen. El poeta que alcanza los temas eternos no será olvidado. Al identificar su odio, le expropió su naturaleza. La emoción severa, resentida y agresora se anula. El odio es inicial mas la calma es futura. El poeta no buscó consuelo sino que una madura resignación lo volvió condescendiente. El poeta será señalado, acaso injustamente por la desleal. Será visto como el que odia, es decir, como el equivocado. Personalmente, considero que esos miserables engaños han sido elevados. Se consiguió un hermoso castigo, uno que quizá imite esta noche.

Sucede lo mismo con quienes me conocen o me ignoran. El azar vuelve ese hecho una ventaja colectiva. Una justificación. (Lector, no se apresure a llamarme ególatra o vanidoso. Una palabra exacta sería progresivo.) Jean Paul Sartre dictaminó: "Hacer y haciendo, hacerse". Lo que parece un juego gramatical es más un auno de los tiempos próximos del hombre, una concentración, una formación y tal vez, una advertencia. En este caso, la apariencia es profunda, como en el caso de la mujeres. Lo que yo hago, casi obligatoriamente, bajo el horario aberrante de un sistema irreversible y errado es mantener la poesía viva. Evito distracciones tanto como reuniones sociales. Soy constante. El usar uniforme es un insulto. La heurística me recuperará; pero la historia no sabrá de mí.

Veo inmutado que los periódicos registran escándalos y tropiezos. Le doy la espalda a las noticias. Sin embargo, he existido entre esa historia, he vivido ante esos hechos. La vida ha sido un barro deforme que he manipulado a voluntad. Califico mis textos como tentativos y algunos amigos como valiosos. Me gratifica que recuerden palabras mías.

Alguna noche -una semejante a la de mañana- tres hombres resolvieron hacerse símbolo. Negaron lo evidente, lo efímero, las malas interpretaciones para hallar una imputrescible. Crearon y se atribuyeron un seudónimo. Crearon, lo que desde el Edén se crea, una ficción; se atribuyeron lo que el hombre con su flotante inteligencia se atribuye, lo necesario. Shakespeare, en la escena ii del acto II, manifiesta en los labios de Julieta, cuando ella se revela contra el enfrentamiento de Capuletos y Montescos, lo siguiente: "Es solo tu nombre el que es mi enemigo. Tú eres tú, te llames o no te llames Montesco. ¿Qué es ser un Montesco? Desde luego, no es una mano, un pie, un brazo o un rostro, ni ninguna otra parte del cuerpo humano. Digamos, por ejemplo, cualquier otro nombre. ¿Qué hay en un nombre? A lo que llamamos rosa, con ese u otro nombre conservarían el mismo aroma. Romeo, arráncate el nombre que no es parte de ti, y en su lugar tómame a mí por entero". Nosotros nos arrancaremos el nombre y haremos parte de nosotros la falsedad y certeza del seudónimo para conservar el aroma de una rosa.

En un curioso momento pensé en los arquetipos. Irresponsablemente extendí su concepto. Si el otro es aceptado por el vulgo, ¿no harían ellos de éste una abstracción real? ¿No habría entonces un modelo ideal de ese error? Si en el mundo de las ideas están los errores, entonces, acertar en este mundo más que una proeza es un milagro. Muchos escritores no usaron seudónimos sino que cercenaron sus nombres o los modificaron. Creo que es válido decir que hay arquetipos de los conceptos. En el Oriente los Libros Sagrados como el Corán son réplicas. El original es divino, un atributo de Dios. En los libros verdaderos hay signos y símbolos, también conceptos y definiciones; pero ¿no son las definiciones límites? Si lo son por qué están en los cielos. Quiero saber quién lee aquel libro, poco importa si se recuerdan mis palabras, deben hallarse las otras. Todos estamos allí, salvados por nuestro verdadero nombre.


Eduardo Babel

Buenos Aires, marzo de 2011

lunes, 7 de marzo de 2011

Poema en la Estación Rodoviaria de Caju


Para Lígia, Liginha, por demostrarme que todavía tengo corazón.


Me alegra saber

Que existes

En la ciudad.


Que cuando apuro el paso,

Anónimo como un cuerpo contundente veloz y absurdo,

También tu cuerpo frágil se acompasa

Al trote del rocín sin gloria.


Que cuando tomo mi café,

Y la tropelía que nunca entiendo

Celebra misa de cuerpo presente,

Me acompañan tu sonrisa,

Tus ojos castaños,

Que no se justifican,

En la Rua Primeiro de Março.


Que mis cuentas no cierran a fin de mes

Y tu mano (podrían ser tus cabellos y su resplandor)

me traza como el polen se dibuja contra el viento:

Calma, corazón, calma,

a gente dá um jeito”.


Entre trece millones de Homo sapiens

Que pasean, aman, pagan cuentas, odian o almuerzan à la carte,

En Caju, en la Rua Sete de Setembro, en Inhaúma, en la Avenida Dias Gomes,

Es una alegría saber que existes,

Ubicua, única, cercana, Lígia en el corazón.


Pedro Gullar.

Rio de Janeiro, Carnaval de 2011.


Siembra. Andrés Zevallos.