sábado, 26 de julio de 2008

"De piel, sentir"

A las jamás tocadas
o a ninguna.
Sobre su figura tallada decliné mi atención.
Sobre su cama parecía ser callada por un dios del sueño
o por un sueño de sexo
de aliento impoluto y de placentera rebeldía;
mientras dormía,
parecía que la belleza le pesaba...y sonrió.
Y con un movimiento seductor
me dijo su lunar que escapaba de la sábana
que si me atrevía,
la podía encontrar en donde camina y se sienta,
en donde su cadera no miente.
A ella le falta solo la muerte para ser completa.
Sus huesos son de seguro blanquísimos...
Porcelana que grita bajo la luna,
sus piernas tardan en venir
pues son como pétalos
y mis ojos,
mis ojos son solo dos.
Veo reaccionar sus senos bajo la sábana oscurecida,
tiene una pesadilla,
ella suda
y en esta realidad húmeda,
trepo un poco más,
un poco más por su balcón.
Círculos de vainilla,
combinación reluciente de sombra y vapor;
vista que vive sobre el tiempo,
paisaje de alta temperatura,
panorama que exige devoción,
la pared cumple su papel de protección,
hace mucho frío sobre los girasoles
y sus empolvadas vestiduras,
me duelen las manos
y me duele más, su inconsciente voz.
Sus labios se abren lentamente apuntando a la ventana
y llega a mi corazón como daga
el nombre de aquel dios...
Su boca es nociva a los bosquejos de mi fantasía,
hasta el amanecer...
Ebrio de Jules,
su carrusel,
mis lágrimas,
sus ruedas,
todo en la mente...
su imagen,
el desear tenerla.
Fresco laberinto paralelo al cuerpo...
Ella siendo la salida.
Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 26 de julio de 2008

domingo, 20 de julio de 2008

"Historia de primaria"

Yo hice una historia al verla.
Al recordarla volví a fumar.
Y fui constante e irresponsable,
literalmente como un otoño quebrándose en la tarde de los trenes.

Sin embargo, no escribí nada aquellos días,
nada en la última página del cuaderno,
nada en las notas de amarillo enérgico,
ningún número en la libreta negra,
ningún mensaje mandado por correo;
mis manos se empolvaron,
se agrietaron mis maletas,
el lapiz fue un espejo solitario,
el dolor estos días no hizo la limpieza...

Di un paseo en la madrugada con zapatos sin respuesta.

Y la historia fue una aventura en la penumbra del silencio,
un juego desinhibido del rincón egoísta de la mente.
Sus libros sufrieron de amnesia,
mientras que mis labios fueron cocidos por los hilos del sufrimiento,
cada milímetro de la herida no tiene culpa,
cada gota roja se la entrego...

Fue suficiente,
su espalda,
su cuello,
ella me inundaba con aire los movimientos;
ella sin moverse,
yo sin saberlo.
Llevo conmigo lo suficiente,
la noche y sus ojos;
al alejarme,
le doy los míos desde la esquina intermitente
¡cómo describe sin mover la boca, la dulzura y
el envenenamiento!

No vi pasar a la mañana...

Pero la vi de nuevo
y los nombres de los niños vinieron a mi mente,
sabía tan solo un apellido,
un colegio y un vientre.
Pero volví a fumar,
y esta vez con vino
y fui constante e irresponsable que no recuerdo haberla conocido...



Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 21 de julio de 2008

jueves, 10 de julio de 2008

"n"

Yo la vi pasar adueñada de las miradas,
su rostro bello y sin ayuda,
sus labios de natural carmín
y su piel de vainilla oscura;
sin límite, sin final, sus ojos resplandecían la premura de un cielo con horarios.

- A unidad de pasos, cercando la fantasía,
yo la idealizaba; me acercaba disimulando desinterés
para caminar por sus pasos con polvo y la acera recién bautizada -

Yo quise que se extraviara, y
yo quise perderme con ella.
Yo quise desencadenar su camino porque la amaba y
ramificar su horizonte impactando nuestras brújulas, por esa única hipotética vez atontadas.

- Digamos en voz que nunca escucha,
que tal vez la conozca -
Un deseo, una estrella que pasa...
fuga.

Averigué su nombre y me supo a gloria.
Mi antojo por las cosas,
mi gusto por su boca, su provocación y punto.
El resumen de sus manos, para algunos es la cuerda a un nuevo día;
para mí, es el hilo a una noche infinita.

Sus ojos abiertos a la oscuridad;
con él,
sus besos saben tan amargos...
Mis respuestas no tienen preguntas,
mis ojos no tienen más llanto, más estorbo;
si no la hubiese visto pasar aquel día,
probablemente sería fugitivo de los que la siguen,
probablemente así hubiese vencido al sonido de Hamelín,
de seguro a mí me hubiese visto.

- ¿Quién eres? ¿Qué tenemos? -
Nadie y nada.
Tú y yo.
Amor y odio.
Por "enésima" vez desisto al esfuerzo...




Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 10 de julio de 2008