lunes, 9 de marzo de 2009

El dichoso títere

Te dejaré, una vez más,
sola;
o tú a mí.
Pero antes, colocaré sobre tu cuerpo de color avena,
un beso para la próxima siembra.

Porque a veces la soledad acompaña completamente,
porque a veces el alma no permite cuerpos exóticos.

Después de apuros constantes y manipulados,
de trabajos intensos y propósitos forzados,
seguro llegaremos a disfrutar la luz del alba en nuestros pies,
las sábanas nos cubrirán el resto,
las cortinas sumarán al escenario, algo más de fuego oscuro,
habrá más placer donde no se puede ver, te lo aseguro.

Porque hay sábanas estrechas y devociones amplias,
porque hay personas que comparten muchas noches
y otras que prefieren acaparar las mañanas.

Definiré la variedad de tu belleza sin palabras,
quizás con una mirada te dé las razones exactas;
pero depende de tus manos la dirección de mi cabeza,
el guión de mi perdición.

Pero, no lo sé, no sueltes palabras...

Y sin embargo, cuando nos anudemos demasiado,
irremediablemente calcinaré las cuerdas vanas...

Gobiérname bien, haz que tus hilos sean incalculables.

Te dejaré miles de pretextos en una cajita oscilante,
es tan simple abrirla,
es límpida, respirable.
Pero, a veces soy incapaz,
muchas otras, estúpido e inoportuno;
pero te amo en una dimensión constante
de la cual no tengo dominio ninguno.

Eres un refugio del que no se duda,
eres, sin interrogantes, un espacio sagrado,
eres una mujer a la mitad con las cuerdas sobre uno.

Lima, 12 de marzo de 2009

Oscar E. Donayre Gonzales

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