Hondos muros e innumerables cercan
el destino de quien es hombre y toro.
En el laberinto no existe el oro
de la muerte ni un hierro que se acerca
a la garganta fiera. En la sombra
beber el agua que su fondo adapta
a esa oscuridad. Caen mustias lanzas
sin dejar las manos, pétrea alfombra.
Siente Creta los latidos del suelo,
los últimos. En la sombra, Teseo,
deja el rastro que es la guía. El cielo
muestra su puerta al toro. No hay deseos
más mientras le deja su fuerza. "Muero"
murmura, acaso ha visto el Coliseo.
Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 14 de noviembre de 2011