miércoles, 13 de agosto de 2008

"Supongo que diez"

La veo cruzar la esquina,

empuñando sus llaves

mientras duermo.



En mi alcoba,

mi nariz se encanina por el rojo retazo

de un pedazo de falda que le arranqué,

mi cajón es como una chimenea asando un hueso.

Al despertarme aspiraba el aroma

del amor inexistente de aquella prenda

con precavidos pasos, sin medias.

Prendía un cigarro después de la leche con cereal

e inconscientemente le agregaba fresas

y me mordía los labios.



Al acostarme,

la veo una vez más

y me saco el pantalón.



Descubro que inventando preces

las lágrimas pueden caer hacia arriba hasta desaparecer

en unas lágrimas que no tienen peso.

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