domingo, 21 de septiembre de 2008

Interpelación silenciosa

Hemos conversado muchas veces en la alcoba


comentando nuestros cuerpos con excelentes resultados.


En las épocas en las que teníamos prohibido fumar compartíamos besos ensimismados.


Solíamos sonreír sin esfuerzo y nos dormíamos tranquilos,


tus cabellos sobre mi pecho y mis manos sobre tu espalda,


eran imágenes,


momentos


que la libertad no podía alcanzar,


que las cruces retrataron...





Pocas son las veces que el alma se desplega con otra


y despierta para repetir en las pupilas de una mañana la voz de bienvenida,


en el vapor de la ventana,


la sensación máxima que se da nuevamente en medidas,


como hojas de parra.





Aunque solamente me haya acostumbrado


suelo tener dudas;


ellas se contorsionan como los labios extranjeros arrugándose en tus mamas,



sudores de paso noscivo en tu punto de carne,



¿es la imaginación acaso digna de ser ignorada?


La pregunta que ronda mis sesos


no debería existir,


no debió haber nacido, no controlo más lo que ladro; no domino más lo que miro;


la interrogación oprimió aquellos colmillos con los que atacaba a los que no tienen alma,


los partió mientras penetraban mis ojos


y las astillas envenenadas cortaron mis nervios oculares,


ya no podía ver ni girar la mirada, no existía horizonte verde o panorama,


el pensamiento quedó perpetuamente nublado...




Solía calmarme cuando dormíamos juntos,


a veces sobre tus senos, otras al sur de ellos;


solíamos soñar cuando arremetía el frío de la ciudad,


nuestros cuerpos intercambiaban información para no despertar,


nuestros corazones eran como niños.


Mi compromiso irreversible,


mi felicidad en absoluto;


todo se me escapó de las manos por una espina con esmalte,


por una mujer demasiado amable.


Hoy deseo verla marchitar,


ella contaminó lo que restaba de mi jardín,


lo que me quedaba de aire.




Yo te perdí por ella.


Esta noche que en otra alcoba eres amada,


el frío en la mía se hace más propietaria que cualquier posible



construcción de esperanza,


estoy como luchando en un estado soviético,


sobre una cama de arena blanca, sin testigos ni evocaciones,


callado y sin medallas,


herido de balas humanas,


(con símbolos y cartas, con una mano al fuego)


ando en un túnel.





Las municiones y vendajes fueron entregados con demora,


mis oídos desesperados se acomodaron en el auricular


tu leve angustia altruista me dio flores.


Di a los tuyos lo mejor de mi batalla,


los momentos sin sangre,


las canciones de victoria,


los disparos al cielo que nunca tuve;


pero como una granada en la espalda llegó tu llamada,


a 3 meses de embarazo,



me quedé mudo. No podía seguir luchando,



mi pecho fue apedreado por un fuerza desconocida, por un falso gracias,


un vacío pareciese haber consumido lo que conozco como cuerpo,



lo que no veo de él;


parte del aire se adorna con líquido despedazado,


parte que roza una curva apolillada, una mejilla sensible a los rayos del sol,


parte de mi mente ordena alegrarse con lo sucedido,


fingir por el bien de una familia ajena, lejana y dolorosa.


El camino apunta como flecha, es un horizonte agudo, difícil de caminar,



cada metro es uno más para el abismo;


las expresiones propias son irrelevantes,


y le contesté:


"felicitaciones, ahora tienes que cuidarte".


A pesar de los días y las palabras que no le confesé,



el efecto se ha diseminado en la ausencia de la luz,


crece con intereses,


más en la almohada sin hundir,



más en la luna que compartimos;



la vida que parece quedar por vivir, solo parece.





¡Qué absolutista puede resultar ser el dolor!


¡Qué largo puede llegar a ser su mandato!


las rodillas soportan el peso de cualquier ofensa,



el orgullo es un trago de seco y volteado,



el constante afán de resolver el pasado,



el movimiento mecánico de los celos, la mente fugaz y calcinante,



el hospital donde mi ausencia pasará de visita,



las lágrimas en 2 lugares distintos, la mujer semejante, los 2 hombres emocionados...



los hospitales no son los mismos, se derrumban cuando hay emergencias


y operaciones de cuidado.




Siempre queda un sin embargo,


un sentimiento por resolver, un amor inconcluso,


un pudo ser;


ya no juego ajedrez, ya no lanzo más dados... todo eso,


me lo hiciste saber,


con tu trato, con tu amor... ahora me puedo convencer


de que lo mismo sentía yo.


Puedo dibujarme una sonrisa con sangre,


puedo escribir incluso temblando,


y hoy,


después de mil cambios, no sé si podré recuperarte.


Darás a luz y nunca he visto mi vida tan oscura.




Oscar E. Donayre Gonzales

Lima, 30 de Setiembre de 2008

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