miércoles, 7 de mayo de 2008

Diarismo personal

Para Verónica
DO UT DES.

Iba lentamente desordenando sus cartas, mirándolas con pupilas atlánticas como jugando con un último ojalá marino; pero sabía que era una escapatoria nauseabunda y desleal, debí descartar mis manos con sus palabras calculadas, aparentando cinismo o al menos voluntad quebrantada; pero repentinamente sonó la puerta contra un puño tres veces, inoportuna, casi como en navidad, casi como en mi niñez y mientras me levantaba, en su lugar colocaba las cartas, y la deje pasar, igual que ayer, después de un suspiro enlutado.
Ella entró como siempre, con mis ojos en su cuello sospechoso, pendiente de mí, apuntando sus pupilas a mi camisa y corbata, pendiente de la hora y de nuestra hambre razonable, pendiente de enfado y suceptible ante los centavos que se colan en los muebles de la sala. Cogí su abrigo, mis dedos la acariciaron por casualidad; pero su vista se adelantaba a la mesa; yo solo pude tomar su paso y oler como su perfume deliraba...
Nos sentamos, nos miramos de manera atravesante, nos dividimos el trago; ella domesticaba sus sentimientos y yo rellenaba una copa con vino tinto. Sonreí.
Mientras pensaba que cada cosa que tocaba la había de extrañar, mis ojos soportaban su boca celosa; pero mi teatro facial comenzaba a desilusionar, mientras le decía "¿quieres más?" seguía desplomando gotas rojas en el alma. Dudé del dolor, dudé de mí, del amor, de la calma, de las sonrisas, dudé de Dios y pensé que era un milagro poder pensar en ser feliz...
Ella me preguntó "¿qué te pasa?" como si én realidad le preocupara mi desigualdad...no supe reaccionar, simplemente no estaba acostumbrado a su capacidad para soportarme y para fingir. Por un momento pensé que éramos iguales...

Esa noche dormimos juntos, como hace 10 noches, como hace 20 lunas ó 3 pantalones atrás. La cama tenía un muro detenido y en ese cuerpo orgulloso no estaba mi otra mitad "¿dónde está?" me pregunté mientras duraba.

Ella era mi amante, la decoradora de las cartas, la que aún no las ve...
Penas mías que no admiten respuestas profanas o felicidades ligeras; ella me ladea como un imán congénere y violento. A veces me toca y me parece que se está yendo.
Vuelve como en sus ciernes mientras las cartas se amarillentan...




Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 11 de mayo de 2008

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