lunes, 12 de mayo de 2008

Al frente del hotel

Poco después de medianoche, ella salía, con su temor una vez más superado. Sotenía una cartera color marfil, la cual le había servido para en reiteradas ocasiones nocturnas, tener cortas precauciones con sus selectos desarregladores. Como ayer, tenía frío, se sostenía en pie.

Él se le acercó con los sesos esfacelados, concentrándose progresivamente en posturas impropias: eran las móviles imágenes, un culto adolescente y una rubia soñadora. Le habló. Entraron a un hotel a los 3 minutos de que ella sonriera.

Él sentía en ella su nombre desaparecido. Su piel tenía sabor a manzana, un misterioso gusto urbano. Sus cabellos leónicos saboreaban del aire la sal de sus manos trabajadoras, rescataba su equilibrio, le restaba lo educado con lágrimas emergentes del cuerpo que alguna vez quiso, que alguna vez no maltrató. Su cuerpo ahora trabajaba horas extra, ella intentaba a veces dormir y solo a veces soñar que era desempleada como cuando niña.

Era el día siguiente, despertó. Desatenta preparaba el desayuno, relajada puso sus pies sobre las mayólicas al igual que las sandalias rojas a un costado. Su pulso retomaba la contabilidad de la quietud; sin embargo, él le abrazó fuertemente la cintura y le dijo moviendo sus caderas hacia arriba, empujándola:"te vi anoche haciéndolo de nuevo". Se le separaron los labios formando una "O", sorprendida se le cayeron los huevos sobre las sandalias rojas, felizmente, el aceite no tocó sus pies. Molesta e indignada consumió su sufrimiento en cólera las palabras del marido, nunca antes él le había reprochado su trabajo citadino, preguntó qué le pasaba; él respondió ebrio: "Sonreíste cuando él te habló y tus caderas le rebotaban, sonreíste y eso no lo he visto hace tantos años...que...que creo haber olvidado nuestra primera noche". "Eso ya lo habíamos conversado, Eduardo, pensé que lo tenías claro" respondió. Pasaron minutos 30 y los jarrones volaron, después fueron pisadas las flores y ella salió por la puerta, fuera de casa, también sabía soportar.

"Si te pudiera mentir" dijo ella, "diría hola" bajando las escaleras.


Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 16 de Mayo de 2008

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