viernes, 16 de mayo de 2008

Invierno y 143 días al año

Sirviéndome pues, de la miopía que sin esfuerzo causa la neblina de Barranco,
de la otra a esta esquina, el efecto del invierno se asoma súbitamente;
pero antes,
capricho inveterado el mío y el del clima que salimos apurados,
como el beso que reparto a mis hermanitas en la frente después de haber desayunado;
a fortiori,
las niñas con chalinas se dirigen a sus escuelas y yo a mi couster,
nuevamente como el más reciente antes.

El hogar queda como alambrado.

Y mientras escucho a Sigur Ros,
a través de la ventana las jóvenes miraflorinas caminan firmes por las calles cooperantes,
sensuales, holísticas, cerca de las paredes y los murales;
algunas iban a trabajar,
otras, pareciéndose ligeramente a mí, a estudiar,
y otras, sabrá Dios a dónde van...
sin embargo todas compartieron los segundos de mi vista inquieta
sin saber que permanecen la misma cantidad de tiempo en la que demoraron en aparecer
y cambio de canción para sentir continuidad sin saber cuál será la siguiente,
porque a veces las canciones son como mujeres
y los hombres como instrumentos.

El aire espanta el gris de lo planeado,
ir pensando en ti no es bueno para el alma.

Y respiro cautelosamente de regreso...

Era una debilidad,
el sentimiento se posaba en el límite de lo protegido,
solo a veces pensé que ella me pensaba,
pues es cuando uno se miente cuando ve con rencor los labios.
Saliendo de las clases mis ojos la buscaban en cada chica desconocida
y conocí la soledad,
los días fugaces,
las palabras eternas
la auto-compasión.

Luego anochece en casi todos lados.
Lo que veo,
lo que sé
y me pregunto si estás dormida,
si sueñas
con la intensidad que yo lo hago.


Oscar E. Donayre Gonzales
Lima 06 de junio de 2008

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