sábado, 25 de septiembre de 2010

Balada por un Homo sapiens

Balada por un Homo sapiens

Ese hombre con su maletín,
el otro al lado
con su crucigrama
y sus deudas,
su semejante,
enfermo y adeudado,
con su gastritis,
sus temblores,
su chompa de lana,

estibadores anhelosos
del sueño del mundo,

carguen,
sobre el esternón
de poca monta,
acaso más verdades
que mis bibliotecas infinitas,

con Dumas y Erasmo
a la vanguardia del florentino,
y a retaguardia
de los pensadores,
que todo lo franquean.

Un hombre éste,
un hombre aquél,
sus sombreros
igualmente humanos,
¡adelante!

Sócrates y Russell,
y también Voltaire,
Homo sapiens,
¡adelante!

El ser humano,
querido viejo ignaro,
este animal que,
pese a su nostalgia imperial,
tiene conciencia de que la carne
vive
y después se muere,

pese, sobre todo,
a sus contradicciones
y a sus mil nombres,
ama en bancarrota,
se emborracha a fin de mes,
hace el amor en el boulevard.
No es tanto nacer Homo sapiens,
sino hacerse hombre,
diría Bernard Shaw.

Que esta notable bestia
tenga día suficiente
y dirija una venia
al catafalco de Pedro Rojas.
Que tenga voluntad
y haga de María Antonienta
una mujer cualquiera
(en el siglo XX)
frente al Sena,

primera plana de las gacetillas
parisinas.

Pero, sobre todo,
que no les falte vida
a sus días tristes,
la frente baja
junto al tiempo,
esta hoguera del mundo.

J. A. Vargas B.

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