lunes, 2 de febrero de 2009

Todo y nada


Me has dejado como las cicatrices de las madres de antaño al parir por cesárea;
inquieto,
como un niño de primaria al ver a su primer miss,
al entender su primera carta.

Con cada exceso,
con cada muestra de carne o cambio superficial,
me invento pretextos para desmielar
la lentitud de tus labios.
Alucino con tu bostezo,
con la humedad de tu cuerpo,
con tu perfume en la distancia.
Y llamo a tus zapatitos negros, perdición
aunque los siga con tanta confianza
y a tus cabellos, edén
aunque no me permitan ver lo inalcanzables que son tus ojos.

Y si las hojas fueran culpables, el viento que cortas en tu trote sería crucificción...

Pero me has dejado como la chimenea después de navidad,
como el hombre después de adulto,
como la criatura después del eructo,
como el mundo después de la guerra mundial.
Me has dejado como las ojeras de una modelo,
como un loco sin camisa de fuerza; pero sí, con pantalón.
Me has dejado como la recluta de un burdel,
como la puta más limpia del callejón.

Con cada permiso
mi mapa mental se condensa en un pasadizo circular, infinito,
un pasadizo de recuadros vanguardistas y hechizos;
y pasas femeninamente rápida
y se ramifican tus imagenes,
se propagan en las horas solitarias,
tal y como lo hacen el dolor y la enfermedad,
tal como lo haces tu descendencia profana.

Me has dejado como la vaca de la plaza,
absurdo,
como el sémen de un huérfano;
abanicando al aire con paciencia,
me has exiliado de cualquier posible aniversario,
me has dejado festejando cumpleaños de difuntos,
me has dejado como un pañuelo en la estación,
como un hombre con un solo recuerdo.

Me has dejado hecho un Dios; pero nada me explico de huesos truncos.


Lima, 10 de febrero de 2009
Oscar E. Donayre Gonzales

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