miércoles, 2 de diciembre de 2009

Recobro

El lado más vulnerable de mi corazón cree en las historias sin final o por lo menos, en las historias cuyos protagonistas no permiten uno. Las primeras líneas de toda relación son dóciles, fluidas y accesibles; el principio es un espejismo, una grata fata morgana. Sin embargo, este principio es el recobro de un final, un final que antes de serlo, fue una vez primera.

Escribir responsablemente implica resultar asombroso sin que el tiempo disgregue el relato expuesto. Escribir no es un juego, requiere de precisión argumental, inspiración e intelectualidad; es sumamente difícil satisfacer a un buen lector, a un crítico hambriento. Pero, es aun más difícil escribir inteligentemente del amor. Aquellas letras son mortales. Muchas hojas han terminado al lado de mi cama, muchas palabras se pierden en un silencio fatuo y debe ser así a veces.
Quizás la tarea se ve facilitada cuando la compañía es plácida; sin embargo aquellas construcciones que se elaboran cuando la fantasía se puede saborear suelen anular la visión y así, el trabajo de una mente emerge como fruto de un corazón. Cuando los textos nacen entre risas, solo le queda un destino, que es la muerte.

Para facilitar el entorno decidí alejarme de lo inútil (e inútil debe ser tomado filosóficamente). Pude ver entonces, mi pasado amor con ternura, como se ven las nubes que se van, como se ven las aves, como se ve la lluvia. Halléme en un pabellón de vínculos, las historias habían vuelto pero no del todo. Y yo había regresado pero despierto.

Me llamó después de unos meses y recobramos sensaciones que en mi caso, parecían fosilizadas. Conversamos de su hija, los sacrificios que exige un nuevo miembro de la familia, las adictivas manías que desarrolla en su inconsciencia, el cambio de su cuerpo y quién ya no la acompañaba. Quise ayudarla, tal y como lo hacía antes. Las necesidades nos volvían a juntar. Ella en parte por su hija y yo, por la necesidad de vivir un momento más de amor. En cuanto a mi amor y mi manera de amar, las opiniones de las personas son tan aborrecibles como el ruido de los automóviles o la rabieta de una antipática criatura. Debo confesar que durante un instante pensé que mi propuesta la ofendería y nunca fui tan feliz en equivocarme. Ella también lo deseaba, ella también me quería.

Nos encontramos en las horas más funestas del día y recorrimos las mismas calles donde vimos nacer la palabra "juntos". La noche llegó desconsiderada pero precisa, el frío me permitía hacer de la invitación un gesto delicado. Nuevamente la veía sonreír y sonrojarse, sus mejillas conseguían apartarme de la realidad, como hace 3 años atrás, éramos ella y yo. Pedí una habitación oscura pues mi cuerpo ya no es el de un joven, ella estuvo de acuerdo, me dijo que en la oscuridad las sensaciones se ponen más bellas. Sobre la cama escuchamos música de su Ipod, muchas de las canciones son la banda sonora de "nuestro" pasado. Ella se inclinó a besarme...
Sé que las comparaciones no deben ser publicadas pero se debe publicar todo lo que es cierto, y de todas las mujeres que he besado, ella es la mejor haciéndolo; de todos los labios que he sentido, los de ella son los más suaves. La lentitud, la ternura, la sincronización en nuestros movimientos son prueba fehaciente de que no solo estaban ahí nuestros cuerpos sino que nos acompañaba una memoria mientras el aliento de los corazones se confundía por nuestras bocas.

Mientras uno de los dos siga vivo, no habrá un adiós. Puedo volver con ella y ella conmigo siempre; pero no completamente, no completamente...

Cuando nos despedimos equivoqué el beso y toqué su mejilla con mis labios, ella se detuvo y me los cubrió con los suyos. Sé exactamente qué hay entre nosotros pero sé también que no puede volver.



Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 02 de Diciembre de 2009

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