martes, 11 de noviembre de 2008

Enamorarse para olvidar (dolor infecundo)



Ya no cuento ovejitas para dormir,
ni veo cuadros suprarealistas en Barranco.

Me gustaría observar, en cambio, cuando dibujan uno,
únicamente si lo hace una mujer;
quisiera tomar sus coloridas manos
y caminar entre los árboles de cualquier interminable avenida,
oírla reír acompañada por el canto de los pájaros
mientras avanza su sonido seductor por lo largo de la pista.

Y al volver, conversar en el baño,
bajo un cardumen de burbujas transparentes limpiar sus manos,
chapotearnos el agua, como jugando
y lentamente, en la tina, amarnos.

Pero al abrir los ojos queda la fantasía en blanco,
toda artista y pintura se evapora boca abajo;
y no puedo soñar, no hay agua tibia.
Huyo de los matices oscuros,
de los episodios vetados de mis labios,
posiblemente, sea un futuro que mutilo internamente.

Y tomo mucho,
y me ahogo en su velador ahora que no estamos,
ahora que no veo cómo reorganiza sus cabellos tiernamente,
ahora que no contemplo su reflejo después del exquisito cansancio,
tomo aire y tomo tragos,
humedezco los recuerdos y los ojos leyendo sus cartas,
se embriaga la sed alcohólica, se consumen las palabras tácitamente.

Y nace de todos lados, exactamente,
como el viento.

Las ovejas han muerto
y los pastores criaron cuervos voraces.
Mi corazón palpita con amor y bombea con tristeza,
es una esfera que se desdobla en su boca interna,
ya sin sueños,
ya sin ojos, quedan sueños falaces.
Mis días son de oscuridad y mis noches son eternas...

¡Cómo pretender esta realidad!
¡Amándote sin provecho!
Mi memoria te tiene y mi sangre te REtiene;
O sufrir en la "felicidad" o sufrir con los recuerdos...

Resignación en suspenso.


Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 14 de noviembre de 2008

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