lunes, 3 de noviembre de 2008

Los nuevos Panquiacos


En su columna en Perú21, cierta vez, Alonso Cueto escribió quejándose de cómo los europeos ven al escritor latinoamericano y qué esperan aquéllos de éste. La idea de la tierra exótica, de la cultura exótica e inferior, llena de problemas dramáticos y folclóricos, esto es lo que se espera de un escritor latino. Ni siquiera autores consagrados como Vargas Llosa o Jorge Amado pudieron escapar a la estigmatización de la crítica europea y escribir sobre lo que escribiría un europeo. En Contra viento y marea, Vargas Llosa, metalingüísticamente, cuenta el caso de un joven peruano, entonces militante socialista, que lanzaba proclamas revolucionarias para una extasiada platea de europeos.

Hace algunas semanas, fui a un encuentro organizado por el Partido Comunista Revolucionario (PCR), facción revisionista albanesa surgida de una disidencia del Partido Comunista do Brasil (PCdoB). Fui, más que por alguna afinidad política o ideológica con los organizadores, por curiosidad y por el evento llevarse a cabo en mi propia universidad.

Mientras estábamos en el coffee break, tuve oportunidad de hablar con una española, militante del Partido Comunista de España Marxista-Leninista, grupo hoxhista también. Inicialmente, parecía animada en la conversación con un peruano que se le presentó como comunista. Ella lanzaba frases de orden, apoyando a los “movimientos revolucionarios” de nuestro subcontinente (sabe Dios a quiénes se refiería). De un solo golpe, era capaz de defender a Evo Morales, a Chávez, a las Farc y al MST. Hábil en sus acometidas, evitaba ir más a fondo en los asuntos y prefería estacionarse en las alocuciones más sonoras y menos densas.

Cuando yo le dije que yo era maoísta, critiqué a los foquistas, le quise hablar del fracaso de los guevaristas y fidelistas, cuando quise que discutiéramos un poco más seriamente sobre las posibilidades de la América Latina, sobre nuestra cultura, ella fue, poco a poco, perdiendo el interés. Esperaba, claro, que le hablara delirante sobre algún tipo de inexistente éxito de nuestros “movimientos”. En unos minutos, se fue y ya no nos volvimos a hablar nunca más.

Cuenta la historia que, en 1513, los invasores españoles alcanzaron el Océano Pacífico. Núñez de Balboa, tomando las costas del Pacífico, recibió las primeras noticias del Tahuantinsuyo de boca del joven Panquiaco, hijo del cacique Comagre. Cinco siglos después, en Europa, aún se esperan, de los latinoamericanos, mucho más que nuestras verdades, las noticias que sus oídos distantes quieren oír.
José A. Vargas Bazán.
Rio de Janeiro, julio de 2008.

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