lunes, 10 de noviembre de 2008

Erótica


Verónica,
dulce en la quinta pared...

Yo solía preguntarle sus intimidades
y ella solía responder.

Verónica en sus 4 paredes era tierna y salvaje por arrobas,
su alcoba era una jaula de maniobras,
su espalda era una serpiente de arena,
sus piernas un collage de mariposas,
sus manos exquisitas y serenas;
sus cabellos leónicos caían sobre su rostro
haciendo de ella un cuerpo para la caza,
sus labios respondían a la piel enamorada, presa en movimiento,
sus labios sacrificaban las palabras y su lengua, el verbo.

Sus senos seducen la trayectoria de las oraciones;
las blasfemias, los adjetivos pasionales comulgan en su boca;
sus senos fríos en el extremo, o expandidos bajo manos traviesas;
en acción o inmovilidad,
vivo o agotado
le amarías el cuerpo,
estando dentro o fuera.

Mejor que Verónica, son dos.

A ella le gustaba degustarse en el espejo.
Sus gestos,
su posición que se pierde y su repetitivo auto-relevo.
Para ella, el de atrás no era importante;
era un secundario,
un extra insignificante,
ella solo necesitaba ponerle un nombre a la fresca hoja de su diario.

Ella se acomodaba a sus ojos,
manipulaba los cuerpos consumiendo el silencio del dormitorio;
ella
en doble gozo,
unitarizaba el placer en su sexo.

Verónica,
protagonista y papel,
guión virginal del pecado,
argumento de dolor necesario,
cinematógrafo de amor;
Verónica del otro lado
creo que las ventanas se han recubierto de besos lejanos
y flores de sudor.



Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 10 de noviembre de 2008

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"papi si asi como escribieras, besaras..."

Anónimo dijo...

con mucho cariño de part d aquella mujer q solo le bastó leer tus poemas para qdar prendida d una bella imagen creada unicamente en sus sueños... gracias por ser real.. tuya siempre que exista un poema mas