La nena jamás conoció a su papá
y solía sembrar charcos luminosos sobre el lodo,
después de enjabonarse y lavarse las manos
dibujaba princesas sonrientes en su dormitorio.
Le encantaba sentir los colores
entre sus dedos y en las flores, los pétalos;
ver caricaturas y programas infantiles,
tocar los vestidos de las niñas grandes
y ver como se van las barbies de otras nenas
en sus lindos automóviles.
La nena tuvo que crecer
y dejó a su osito al lado del velador.
La nena jugaba balompié,
era atacante,
y de vez en cuando se lastimaba las rodillas;
pero con ese 9 en su espalda era imparable.
Le gustaba estudiar gramática y escribir correctamente las palabras difíciles,
solía garabatear la última página de los cuadernos,
especialmente en el de matemática.
La nena le preguntaba a su mamá si la quería
y su madre le respondía que mucho,
ella sonreía y se iba a acostar.
Pero las noches no tenían sueños en su mundo,
su madre ya no le contaba cuentos,
su padastro la tocaba,
le sellaba sus pequeños labios con las manos oliendo a malta
y con su movimiento incapacitaba sus palabras.
La nena jamás conoció a su papá pero deseaba uno como superman.
La nena rezaba mucho.
Hoy la nena se levanta temprano a trabajar
y le lleva flores a su madre una vez al año,
no sabe nada del padastro
y tiene en la cabecera de su cama
un osito de felpa que le debe un abrazo.
Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 21 de octubre de 2008
1 comentario:
Lo doméstico del texto. Lo horizontal. Las pausas que le pones. Parece ser una voz en off....
Hace tiempo no deseaba que unas líneas siguieran existiendo. Y tal vez la nena nos asesine por leer algo sobre ella. Es capas, y por eso la presiento guapa.
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