sábado, 25 de octubre de 2008

Medianoche


Si cabe en tu vida
una pregunta mía
quisiera que escuches el porqué.

Todas mis mañanas las empezaba con presencia de soledad
y con ausencia de luz,
mi almohada,
la insoportable ventana que da al balcón,
la chimenea del primer piso apagada,
una ciudad de cables rodeándome;
mis mañanas no tenían labios que morder,
mis ojos abiertos no tenían razón.

Sobre mi espalda soportaba una cruz que resbalaba,
una corona de uñas francesas,
heridas que parpadeaban a ritmo de venganza,
amigos con palabras avinagradas de tanta prisa;
una promesa de paraíso nuevamente me azotó.

Estuve deseando ángeles y se me nota en las arrugas de la frente,
tuve que aprender a la fuerza que la mayoría de ellas no son leales
y al levantar vuelo sus tectrices se refugiaban en la piel como dagas incandescentes.

Debes tener unos 7300 días de hermosa.

Yo te encontré bajo horas noctívagas, fresca y luminosa, no llevaba reloj ni un clavel;
pero pude contar las extenciones de tu sonrisa,
tus ojos de cielo transparente colocaron la cruz en el monte calvario.

Me miraste máxima e intacta,
tan rápidamente que te convertiste en eternidad,
sucedió en imagen clara el infinito expuesto.
Y me pregunté
si la voz se transformó en lapiz al subir por tus cabellos...
Te marchaste tomando el transporte público de turno,
tus piernas te llevaban,
tu perfume se quedaba,
tu mirada la perdía...

Y entre mis labios aún tengo la pregunta.
Y en mis manos aún tengo el porqué,
el alma que deshoja desnuda
la carta que jamás te entregué.

La mente se sumerge en la sombra de mi presente,
contigo he compartido un instante, un mundo
y desde aquella noche llevo puesto un reloj soñador;
un despertador para qué...


Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 25 de octubre de 2008

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