martes, 28 de octubre de 2008

Dilema del frío


Estás tranquila y amurallada,
silenciosa,
como dejándome el dolor sobre la sábana.
Apoyada sobre una fuente de suspiros sueltas tu silencio
también cuando mis ojos te aman,
una lección que aún no olvido;
profunda en la libertad que acaba.

Un beso imaginario recorre tu cuello,
errante a cualquier mirada,
fugitivo de la sombra en tu piel;
de parte mía, solo tuyo;
si me dices que no,
renunciaré a mi carácter prófugo
y seré prisionero de tu bosque sin límites,
sobre la tierra tendida descansaré mis músculos,
cansados de tanta roca y desierto vil.

Y cohabitan mis lágrimas y tu nombre,
inalterables, ante el hambre de la verdad,
dándose las espaldas; ninguno se recompone.
Tal vez el tiempo haga un nudo en el ahora
y tú transformes tu apellido
y yo deje de contar las horas
y ya no seremos ilícitos.

Si dejase de lado las excepciones y te besara sin disculparte,
sería delicioso saber que mis labios besan unos que se equivocaron;
pero a veces.

Cuando te sueño
(supongo que en esta ocasión es lo correcto
porque de lo contrario el tiempo de la madrugada
permanecerá neutro y mortal)
suelo estar con los ojos abiertos,
con las pupilas hamacando máscaras.

Estás tranquila y silenciosa,
dejándome el dolor sobre las sábanas.
Y hoy te miras en el espejo y suspiras por otros ojos que te aman,
las lecciones se escriben con sangre,
y mi sangre aún te ama.

Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 28 de octubre de 2008

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