lunes, 20 de octubre de 2008

Parcialmente perdida



Son las noches que te escribo

y que tú le esperas,

las que parecen días interminables.

Y son noches inolvidables,

de las que saboreo el silencio de un amanecer;

imaginar que te desvisto,

y cojo del aire un parpadeo para detener

el perecer de un presentimiento.

Son las noches que te escribo más oscuras que las gotas del café que necesitas para abrazarle

y soltarle un beso a su regreso. Más oscuras que las sombras extraviadas en un espejo,

los túneles no me alcanzan.

Son las noches que de mutismo enfermo

en las cuales se potencian mis versos,

las palabras sufren de autismo,

su mundo de ajedrez les permite recorrer el camino cardiáco,

es un diagnóstico inmóvil porque no hay remedio.

La vida late despacio,

y en reiteradas ocasiones cuesta vivir.

Podría espesar mi esperanza y sin embargo no será la sonrisa protagonista de la verdad;

podría esconder mis debilidades y limpiar mis fracasos

mientras en el papel la blancura verá pasar sucias mentiras,

no sería yo culpable;

podría ver el cielo y una lágrima regalarle a la tierra

con tristeza o alegría,

sea cual sea la finalidad, el inicio es uno

y tú podrías ser la mujer que no lastima y sin embargo solo eres tú.

Subrepticiamente de los pianos que arriman la nostalgia,

nace una sensación vulgar que paga la libertad de su traje sastre;

con los aros de regalo, con las pulseras de catorce quilates,

las promesas preescolares también cadáveres,

de su amor que niega a morir su pozo putrefacto,

de su sonrisa que encubrió el sufrimiento con piel de ventura.

Y así se forjan los auto-maltratos,

con oro dogmático,

entre manos que vacilan,

caminando por acantilados tan jóvenes coleccionando despedidas

y como siempre,

saludando...

Y hoy que las flores se arrugan y el sol busca un diccionario,

el agua que he de beber la escupo a los años.

Y derrumbo la estafa de la percepción,

todo lo que mis ojos reciban pasará por un filtro antojadizo

o quizás no.

No puedo amarla pero puedo amar lo que comprendo de ella.

Oscar E. Donayre Gonzales

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