viernes, 24 de octubre de 2008

Solo nos quedan las flores

Ella hacía carreras con los hilos de coca,
su ruleta la llevaba en la cartera,
solía mostrarle las piernas
a los chicos que no bailaban en el sargento pimienta;
y solía sonreír; sonreía como una princesa.

Ella le robaba a la vida a diario dos días,
también le gustaba abrazar a su amiga,
a la más inofensiva, fuertemente
como si compartiera esa tonelada de gramos en el alma.


Ella disfrutaba de las circunstancias de fin de semana,
de las sustancias plenamente
y de las esperanzas a veces...


Yo la observaba tomar su canada dry al salir del colegio con su falda ploma
y sus zapatos sin lustrar, muy bella, muy quinceañera; bien
y en las noches de ahora no sé qué toma; pero suenan sus taquitos a inestabilidad,
parece que su falda se desploma.
De golpe la tristeza me besa,
hay cosas que no cambian y hay existencias que se encuentran de golpe,
como tu mirada bella y mis lágrimas fugaces;
lo que nunca fue ... sentirlo ahora; me apena no poder acompañarte...

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Y conversé con ella cuando su cuerpo no le podía obedecer,
me dijo cálidamente que la oscuridad de su alcoba le daba una herida cada día,
que sus amigos no la visitaban porque tenían compromisos sociales que atender;
ella sentía un dolor extraño, un dolor que su cama no podía entender.
Hoy su amiga inofensiva se le parece, hasta usa los mismos tacones
y se junta con amigos comunes para ver pasar el amanecer,
también hace carreras, es ganadora en 3 bares pero a ella no la puedo ver;
nunca la vi tomar canada dry.

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Después de calentar el agua en la olla, la bañé
y a los pocos meses murió.

Hay cosas que no se pueden consolar
y que renacen a cada instante en el corazón.


Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 24 de octubre de 2008

1 comentario:

Bicho de Ciudad dijo...

Qué hijo de puta. Esa afición por el buen asado sólo es para conocedores.

Ahí vamos.