miércoles, 29 de octubre de 2008

Pre-calamárico

Hoy tenía que saldar una deuda con un amigo mío. Acordamos deshacernos de ella la tarde de hoy, a las 3 para ser preciso, hora que no cumplió por 14 minutos; en unas bancas en el sexo de la Av. Arequipa con Angamos. Previamente, saqué 2 billetes de 50 soles de un cajero automático perteneciente a la entidad que me dá de comer por el momento; era el monto exacto a pagar o devolver.
La deuda nació debido a mis ganas de ver a un músico que se dice va por un río en sentido contrario; yo tenía la plata y mi amigo lo que faltaba para adquirir la entrada.
El día del evento tomamos una couster en la Av. Javier Prado, que por ser domingo no estaba congenstionada de humo. Bajamos en un puente peatonal, de los tantos que hay en dicha avenida; esa dato fue lo único que dijo Francisco con respecto a nuestro paradero, supongo que se guiaba de su memoria y no de papeles o direcciones. Cruzamos el puente y caminamos por una serie de calles, cuales nombres me parecían realmente bobos, como por ejemplo: calle de lo poetas, calle del abecedario, calle de las vocales, calle de las consonantes, calle de los etc. Nos perdimos. Francisco le preguntó a un calientabancas urbano si conocía a su amigo, el muchacho escuálido le dijo que no; yo procuraba cuidarme de algún pelotazo ya que cerca jugaban fútbol- calle. Francisco me comentó que su amigo vivía en un edificio chico, gran desventa puesto que casi todos los edificios de esa zona eran enormes y que en realidad no recordaba bien por donde era ya que solo había estado allí en 2 ocasiones y en estado etílico-apenante. Al parecer Dios escuchó mis lamentos ubicacionales e iluminó a Francisco porque la encontramos en el primer intento después de la desesperación. Su amigo, al cual llamaban y llamaremos "Croquis" parecía buena gente, su voz raspaba constante y levemente la letra "s", no sé entre cuántas o qué letras ni palabras pues no le presté la más mínima atención a eso; físicamente se parecía a Winnie Pooh. Croquis era "crema" y es por ello que arribamos a la hora de almuerzo; la "U" estaba jugando. Francisco y yo llegamos justo al comienzo del segundo tiempo, si la memoria no me falla al minuto 49; pero lo más seguro es que sí me falle; Ancash nos ganaba por la mínima diferencia como dice la mayoría de comentaristas deportivos de fútbol nacional. El amigo de barra de Croquis, Miller (y no sé si es su nombre o su sobrenombre), sí que era acérrimo; cada 2 palabras que le escuchaba respecto a su percepción del partido, soltaba una palabra soez, cosa que, particularmente, no me molesta si es a favor de Universitario. Él era de la clase de personas que debido a su pasión infantil, sin domesticar, verdadera y en bruto, el resto de la gente llega a comprender su postura o sentimiento incluso mejor que él durante el suceso respectivo.

Croquis tenía una perra de 6 años que se llamaba Sanny. Era grande y gordita con atractivo, su pelo era del color del equipo y tenía puesto un polo rojizo manga cero. Noté que al palmearle enérgicamente el final de su lomo, ella movía de igual manera su cola con satisfacción en su rostro, al menos así yo lo veía y me gustaba; pero por alguna desconocida razón me recordó a mi ex-enamorada, quizás por el rabo, quizás por la cara; no lo sé pero me sentí bien. Sanny tenía en su hocico una pelota azul que al parecer jamás dejaría que alguien la tome, al menos un humano. Como todo niño grande deseaba coger la pelota y lanzársela; sin embargo cuando la dejaba sobre el suelo e intentábamos sigilosamente Francisco y yo tomarla, ella reaccionaba de una manera impresionante y hasta simpática, claro que en algunas oportunidades parecían estar en juego nuestras manos y no el pequeño balón, lo cual dejó nuestros intentos completamente en eso. Y en uno de esos intentos tercos, Sanny desconectó la extención del televisor que nos permitía ver el partido en el patio, con un buen par de cervezas vespertinas, realmente relajados esperando el ansiado momento en que la "U" remonte el marcador. Al encender nuevamente el televisor, pudimos ver los 3 que el marcador había aumentado a favor de los andinos malnacidos. Esta vez acompañé a Miller con los insultos, es más, creo que hasta lo superé. Si tuviese que hacer alguna confesión literaria tendría que decir que el exclamar groserías me da placer, un placer inexplicable y sabroso, un placer prohibido y atacante, un placer malvado y egoísta, un verdadero placer. Cuando nos anotaron el tercer gol nos invadió un sentimiento empático y resignado, una sensación la cual tienen los presos antes de serlo, la felicidad de los ancashinos era como un despiadado martillazo, su gol era como la sucia palabra culpable; así como Francisco renunció en el minuto 75 a la victoria, yo renuncié al pequeño balón azul. Y Decidimos salir camino al estadio monumental a hacer cola de una buena vez y bajo el calcinante sol, crucificarnos.

Y así como a veces se renuncia por resultados, en otras, se renuncia por instinto.


Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 29 de octubre de 2008

1 comentario:

Bicho de Ciudad dijo...

¿Y así me dices que no le das a la prosa? Tal vez pierda mi objetividad al criticar el texto, pues no pude dejar de lanzar risas mientras leía. Y qué bueno que lo hayas escrito, porque en verdad, eso va valer màs que cualquier foto o video que fabricaban los putos tech slaves durante el concierto.

Yo no asomé con mis insultos en el patio de Krokys porque me percaté que su vieja estaba adentro, y porque mi garganta estaba mas que obsoleta.

Espero la segunda parte.

[Ah, y Miller es su apellido. Su chapa es Lamas, y se la decimos cuando se deja crecer el pelo hasta el descuido y se aparece con una casaca negra. (Lorenzo Lamas)]