sábado, 5 de abril de 2008

Decirte algo

Salgo a ver la piedra
y me siento a su costado.
Encontramos las once,
tan dentro
que es bueno y triste.

Sus costillas anochecen...debe dolerle mucho el interior.

Solo fui a ver la piedra
y terminé entendiéndole,
descendí de mi cabeza
como lo hice cuando mamá se fue.
Mi mente se amarillenta
y sollozo nada,
como la piedra
no como mamá,
sin perecer.

La piedra viste de mujer
y nadie la entiende
y nadie la escucha,
nadie le otorga un silencio
nadie besa su pena,
nadie acaricia su amapola separándo las moléculas protectoras
para su núcleo querer.
Y es que
ella es tan honda
que casi toca la boca de mi todo.
Se asemeja a un estómago
que funciona
con la muerte dentro.

Entro a casa.

La noche es regurgitada por primera vez.

Salgo a mirar la piedra
y la acompaño.
Le encuentro tan dentro las once
que la piedra se va.

Sus costillas amanecen...debió darse cuenta de su interior.

Solo fui a mirar la piedra
y terminé por reemplazar su amargura,
descendí mi alma
como lo hice cuando mamá se fue.
No sollozo nada;
pero cómo lagrimea mi ser!

Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 05 de abril de 2008

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