lunes, 28 de abril de 2008

Lectura de Óscar

Uno de los mayores poetas brasileros aún vivos decía que hay un momento, en el quehacer del poeta, en que éste se convierte en un Rey Midas de la poesía: todo lo que toca lo convierte en poesía. La vida cotidiana pasa de drama a lírica.

Pero éste es seguramente tan sólo un momento, un impulso. Le sigue el momento mucho menos tenso (y mucho más infértil también) del verso maduro, trabajado racionalmente, parco en los adjetivos y denso en el concepto, alejado de la verdad colorida y evidente, lejos del corazón sin estar lejos del amor en general.

Óscar, quien además de poeta es un buen amigo mío, escribe en justa proporción a su edad, a su edad como joven y como poeta. Escribe lo que debe escribirse en la juventud. Nos habla sobre el amor y lo que lo envuelve, lo inalcanzable, lo decepcionante, lo alegre. Nos pasa la impresión de que escribe con la naturalidad con que el agua corre por el río, sin mayor razón que el hecho mismo de correr. Es como si el hablar sobre el amor fuese algo natural y la poesía fuera fácil. Pero la poesía no es fácil (si no, todos serían poetas) y Óscar escribe bien. Solamente que escribe bien sin la medíocre pretensión de hacer distante la poesía de la vida. Proponiéndoselo o no, al acortar o anular esa distancia, es más realista que todos los que, so pretexto del realismo, terminan haciendo una literatura de mala calidad, que se delicia en la miseria y disfruta de lo negativo.

He leído una reunión de poemas bajo el nombre de "Odiando el silencio de tu boca". Antes de leerla, ya sentí gusto por saber que un amigo mío escribe poesía. Y después de leerla, creo que a todos estos primeros intentos en la poesía, les sucederá la poesía más madura, más humana, la poesía que lo abarca todo sin tener que mencionarlo todo. Él ya nos ha demostrado que tiene los pertrechos, que tiene las palabras prontas, la pluma y el tintero necesarios. Ahora, sólo falta la prosa.

José A. Vargas Bazán
Rio, abril de 2008

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