jueves, 10 de abril de 2008

XXll


Siéntate dolor,
hazlo de otra manera,
quizás en una mecedora octogenaria deberías hacerlo.
Muchas pláticas con la noche me han dejado afónico,
muchos gritos con la pared,
en mi adolescencia, sordo.

Desnudando las manos,
extraños límites se extralimitan.

Saluda el reflejo a las palmas sonrientes.

Despide el aliento más aire que el pensamiento triste...

Oportuna la eternidad aparece
como bailando en mitad de la pista galáctica,
cabe en mi tamaño.

Cuando le pertenezco
me resume,
cuando le fallo,
a ella encuentro fantástica.
¿Será que cuando se esfuma el espacio,
ella se acerca?
¿Será que mis ojos la envuelven sin yo verla?
¡Ahora cabe el universo en mi calle!
Fuera de mí
los cuadrados se desordenan,
se añaden esperanzas portátiles al esquema;
sé que esta vida es injusta
y más la muerte;
pero sé
que estaría con ella en los dos extremos de la cuerda.

Cuando me besen bocas silentes
y cuando me llamen adoloridos descendientes,
la voz alargaré en querra,
lleno de morfina
y de dientes.
Sé que ella no volverá
pero Dios mío
por qué me haces sentirla tan cerca!!!

No me cabe nada,
ni la camisa,
ni el vidrio,
ni el fuiste.
Se elevan mis lágrimas
supongo que secas;
el calor,
el calor de mis venas,
me hace olvidar la cruz,
la cruz de mi pecho;
mi pecho que extraña tu presencia,
tu presencia que está como ausente...

Esa era tu mano que frotaba mi pecho
cuando me enfermaba de fiebre,
aún,
aún siendo pequeño.


Sé fuerte amigo mío.

Oscar E. Donayre Gonzales
Lima, 11 de abril de 2008

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